lunes, 5 de diciembre de 2011

Balenciaga propuestas para una arquitectura del vestido

P oco o casi nada se sabe de la vida y personalidad de Balenciaga. Este mismo hecho parece ser muestra de su carácter reservado. En general rechazó ser entrevistado por los medios de comunicación e incluso tener contacto con algunas de sus más importantes clientas. Las revistas de la época le describen como un hombre misterioso, pero las personas estudiosas y seguidoras de su obra hablan de él con gran respeto y admiración, definiéndole como el “maestro”. Se dice que no promocionaba su obra, prefería que sus creaciones hablasen por él mismo.
Balenciaga es catalogado por algunos autores como el más importante modisto del siglo XX. De hecho se considera que durante los más de 30 años que duró su trayectoria profesional Balenciaga influyó de forma determinante en la orientación y los dictados de la moda contemporánea. A menudo se establecen comparaciones entre la obra de Christian Dior (creador del estilo “New Look” y con quien Balenciaga compartió liderazgo durante los años 1950 y parte de los 1960) y la del modisto guipuzcoano. El arte de Balenciaga tiene, sin embargo, su propio recorrido y es posible reconocer en él un estilo particularísimo.

Balenciaga realiza su primer vestido con 13 años. Nacido en 1895 en Getaria e hijo de una modista, el joven creador promete a la Marquesa de Casa Torres (asidua visitante de la villa guipuzcoana) que realizará una copia de uno de sus vestidos. El resultado sorprende a la Marquesa que le anima a seguir en el mundo de la costura. Pronto se convierte en aprendiz de sastre en Donostia donde comienza su incursión en el mundo de la moda. En 1915 abrió su primera tienda en la capital guipuzcoana. A ésta le seguirá una segunda casa de modas establecida en la misma ciudad en 1931. Esta última será conocida con el nombre de “Eisa” (abreviatura del apellido “Eisaguire” de su madre), la misma denominación adoptada posteriormente por otras dos sucursales en Madrid y Barcelona.

Durante los años 1920 Balenciaga frecuenta París y conoce el trabajo de algunas de las diseñadoras más relevantes del momento. Muy pronto, Balenciaga se hará eco en sus trabajos de las tendencias más vanguardistas en la moda de inicios del siglo XX como son el corte al Biais, o el estilo casual que comienza a imponerse en el vestuario femenino. Todo ello aparece en gran medida relacionado con el proceso de liberación que viene advirtiéndose en la ropa diseñada para las mujeres. Vestuario que, cada vez más, tiende a respetar las formas naturales del cuerpo. Al hilo de las nuevas tendencias, Balenciaga firma vaporosos vestidos de noche y prendas de corte deportivo. Creaciones, eso sí, que deben ser siempre ubicadas en el contexto de la alta costura (haute couture), y que se distinguen por sus formas, la originalidad del diseño, el corte, los materiales empleados y los detalles. Son modelos originales, de altísima calidad y elaboración exquisita.


Perfume Quadrille.
Perfume Quadrille.
El estallido de la guerra civil española marca una nueva etapa en la evolución de Balenciaga. Tras el cierre de sus tres sucursales en territorio español, el modisto viaja a Londres, desde donde se desplaza a París (1937), en aquellos momentos, capital indiscutible de la alta costura. Junto con Vladzio d´Attainville y Nicolas Biscarondo, Balenciaga abre su casa de modas en la elitista Avenida George V. En el mismo agosto de 1937 presenta su primera colección. El éxito de crítica se expande rápidamente y ya en 1938 Balenciaga cuenta entre sus clientas a famosas y adineradas mujeres y algunos de los más prestigiosos grandes almacenes norteamericanos. El modisto guipuzcoano reabre sus tiendas en Madrid, Barcelona y Donostia. Además diseña sus primeras creaciones para el cine.


Durante los años 1940 Balenciaga aporta interesantes innovaciones al mundo de la moda, como son los vestidos inspirados en el Renacimiento español, o su particular interpretación del bolero (chaquetas que llegan a la altura del pecho y que en el caso de Balenciaga suelen estar generosamente bordadas). Además, diseña el traje del Orfeón Donostiarra y trabaja en originales y vistosos sombreros. A lo largo de estos mismos años, el modisto saca a la venta sus dos primeros perfumes: “Le Dix” y “Le Fuite des heures”.

La década de los años 1950 resulta ser especialmente intensa en la evolución de Balenciaga. Llega lo que se conoce como la “revolución Balenciaga”. Todo camina hacia la desnudez y la simplicidad en las formas: las camisas y chaquetas se desprenden de los cuellos, la cintura se desdibuja, las túnicas se convierten en protagonistas buscando potenciar la caída y el cuerpo de los tejidos. Balenciaga trabaja con formas esculturales promovidas por la naturaleza de los materiales empleados. Todo ello supone un cambio fundamental en la silueta femenina. Innovaciones que han podido superarse, abandonarse o transformarse pero que llevan la marca de su creador. Balenciaga sigue trabajando para el cine: viste a Ingrid Bergman en Anastasia y diseña el vestuario de Madame Wessweller en el filme de Jean Coucteau Le Testament d´Orphée. En 1955 lanza su tercer perfume: Quadrille.

Los años 1960 marcan la cúspide de su técnica y talento. Balenciaga realiza diseños simplísimos y austeros en materiales suntuosos. Este parece ser el motor de su trabajo e investigación: indagar en la sencillez de las formas y la cualidad de los materiales. Siempre defendió el carácter natural de los tejidos, su caída, de tal forma que los trajes estuvieran tan sólo sostenidos por la arquitectura del mismo material, y, vivos, se ajustaran naturalmente al cuerpo. Partiendo del tejido como inspiración, Balenciaga destaca por su incorformismo y su continua búsqueda. El modisto consigue asombrosos volúmenes que le deparan el reconocimiento de los y las especialistas de la moda. Sus colecciones son aplaudidas por su originalidad y maestría. En 1962 emplea la falda corta, las primeras botas, la línea tortuga para la espalda, redondea los abrigos, despeja los cuellos. Triunfa el corte al Biais. En 1965 crea los primeros impermeables transparentes realizados en plástico.


Azafata de Air France.
Azafata de Air France.
(Foto: www.airfrancemusee.org)
Sin embargo las nuevas tendencias apuntan hacia un concepto de moda distinto: la producción y el consumo en masa. En 1963 emerge un grupo de jóvenes diseñadores decididos a trabajar únicamente en el ámbito del prêt-à-porter. Nombres como Karl Lagerfeld o Emmanuelle Ungaro irrumpen no sólo con una nueva visión de la confección y el diseño, sino también con la intención de dar respuesta a las demandas de un nuevo tipo de sociedad y de mujer. Balenciaga renuncia a esta idea de moda que se abre paso en los años 1960. Entre 1968 y 1969 cierra sus distintos talleres y anuncia su retirada. Poco antes (1967) había diseñado el uniforme de las azafatas de la compañía aérea Air France.


Se instala en Igeldo (Donostia) y posteriormente en Javea (Valencia) donde muere en 1972. Muy poco antes Balenciaga firma su último trabajo: el traje de novia de la Duquesa de Cádiz.

Se dice que la mujer para la que Balenciaga diseñaba se sitúa en medio de la “mujer-crisis” (figura andrógina, la garçonne de los años 1920, delgadísimas, de melena a lo paje y vestidos con talles en la cintura y representada por Greta Garbo) y la mujer-anti crisis (la Mae West de los años 1930, una “vamp” de opulento y casi cómico busto que cultiva Hollywood). Balenciaga por su parte, propone una moda que hace de la mujer una armoniosa figura de líneas rectas, alargadas, de cabellos discretamente recogidos bajo tocados sobrios: un ideal de equilibrio y permanencia.

Pauline de Rothschild afirma en la introducción del catálogo elaborado para la exposición que sobre el modisto se realizó en Madrid en 19743 que Balenciaga era intransigente con sus creaciones y que su impronta y sello personal influían y dejaban huella en el cuerpo y la mentalidad de las mujeres que vestían sus prendas. La misma Rothschild compara el modo en el que las faldas se adaptan al cuerpo de la mujer con las velas de un barco agitadas por el viento:

(...) las piernas podían moverse libremente; el delantero de la falda larga se proyectaba unos pasos antes que los nuestros, como la marea del mar. Se nos daban los medios necesarios que podíamos utilizar a nuestro gusto. A este creador nunca le preocupó demasiado donde iba a quedar el pecho. `Al señor Balenciaga le gusta un poquito de estómago” decía el probador. Un día la cintura desapareció totalmente.

Balenciaga aseguraba que no era necesario ser perfecta ni bella para vestir sus trajes. La redactora de moda Diana Vreeland aseguraba que el hecho de portar un traje de Balenciaga las convertía en bellas. Él vistió algunas de las mujeres más distinguidas, famosas y conocidas del mundo. Sus diseños eran exclusivos y estaban al alcance de muy pocas mujeres pero sus aportaciones al mundo de la moda, su estilo y sus innovaciones técnicas se convirtieron en parte del vocabulario y el hacer cotidiano de la moda.

Balenciaga dejó la moda lista para abordar el futuro. Sus modelos dejaron la puerta abierta a la revolución de los años 1960. De hecho el artista e historiador de moda Cecil Beaton aseguró a la muerte de Balenciaga: Balenciaga had created the future for fashion.

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